Desde que iniciaron las medidas de confinamiento para reducir la velocidad de propagación de COVID, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud Hugo López Gatell no recomendó el uso de cubrebocas y fue por una razón: señaló que si bien como medida auxiliar puede reducir el riesgo de transmisión -en nariz y boca, no así en los ojos-, aún sin estudios concluyentes al respecto por tratarse de un nuevo virus, la principal medida de contención era y es la del confinamiento voluntario en los hogares.
El mensaje para evitar la propagación se resumió en una frase repetida decenas de veces en cada conferencia vespertina y que ya sumaría algunos miles de repeticiones: ’Quédate en casa’.
Para el 25 de mayo, el discurso de Gatell no cambió, sólo que esta vez incluyó la recomendación de usar cubrebocas en caso de que existiera la necesidad impostergable de salir.
El problema habría sido que algunos ciudadanos ’entendieron’ que podían salir siempre que usaran la tela. El resultado, que si bien la curva ha sido ’aplanada’ y la propagación se sigue dando con un ritmo relativamente lento, pues no se ha rebasado la capacidad hospitalaria del Sistema de Salud, las cifras de contagios sintomáticos -las que se miden- así como las de defunciones se siguen incrementando a un ritmo superior del planeado.
Anualmente, alrededor de 600 mil personas mueren a causa de gripe, según cifras de la OMS.
Se esperaba, en un escenario pesimista, que las defunciones por COVID igualaran dicha cifra, pero ahora se cree que durante esta temporada incluso podría llegar a ser del doble en acumulados.
La medida para tratar de impedir la propagación acelerada sigue siendo el permanecer en casa, el cubrebocas no es suficiente para evitar contagios: que sea recomendable no significa que sea suficiente.