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Las consultas son el antídoto contra el PRIAN

Las consultas son el antídoto contra el PRIAN

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Política
Noviembre 26, 2018 11:36 hrs.
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Emmanuel Ameth › Emmanuel Ameth Noticias

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México ha vivido siempre de una democracia representativa, donde el voto determinaba los actores que tomarían las grandes decisiones del país sin consultar a sus representados; por eso sólo aparecían en elecciones, por eso nunca regresaban ni rendían cuentas, por eso una vez electos es imposible llegar a ellos cuando antes eran estos los que tocaban puertas. La propuesta de gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es dar igual importancia a la democracia participativa, una que no se conocía en el país gracias a los que quieren mantenerse el poder.

La lógica de la democracia participativa es la misma que la de la democracia en general: si a tu mayoría de edad corresponde un criterio más o menos libre y responsable para elegir a tus representantes populares, esos mismos argumentos deben ser suficientes para elegir acciones específicas de gobierno; sería ridículo que para decisiones muy precisas se pida un cierto grado de especialización cuando para elegir a los representantes (que son a los que se delegaban estas decisiones) no se exija otra cosa que el previo trámite de un documento que lo acredite como elector.

Pese a que este tipo de ejercicios democráticos de participación ciudadana vienen comenzando en el país aún cuando se llevan en occidente décadas de implementarse, existe una fobia por parte del PRIAN que va más allá de sus áreas de oportunidad.

Porque al PRIAN no le interesa proponer mecanismos y controles que generen mayor certidumbre en las consultas ni motivar la participación ciudadana, como tampoco desean que la participación crezca para que de la mano lo haga también su legitimidad. Lo que interesa al PRIAN es que no se realicen.

La razón es evidente: la organización del PRIAN está hecha para ’financiar campañas’, esto es recaudar recursos de sus representantes populares y de sus afiliados en el servicio público para la movilización de sus estructuras en las elecciones. El sistema de consultas impide que cuenten con el recurso suficiente para ’operar’ en todas ellas y por tanto les resulta imposible manipular los resultados.

Históricamente a los grupos de poder les interesa controlar mediante pequeños conjuntos a los que puedan mandar: gobernadores, legisladores, presidentes municipales… dejar que las decisiones recaigan en el pueblo significa promover que estas sean para su propio bienestar, un despropósito para las élites cuyos intereses están contrapuestos a los de las mayorías (en el juego de ganar-perder, para el beneficio de unos pocos, debe perjudicarse a la mayor parte).

Las consultas atentan contra el Sistema de ’padrinos’

El PRIAN es un vestigio viviente de un México que choca con el que quieren las nuevas generaciones. Toda su organización recae en el sistema de democracia representativa. Como partido reciben un recurso, sí, pero ese apenas alcanza para su burocracia interna.

Cuando a un afiliado se le otorga un puesto en la administración pública, este entrega un porcentaje de su sueldo al partido cada mes, en sobre y cerrado, para que se integre a la caja chica del partido. Y deben hacerlo porque casi como regla, obtuvieron el privilegio de gozar de un puesto en el gobierno sin tener otra virtud que su trayectoria partidista; pueden no estar capacitados para sus funciones en el servicio público pero sí lo están para operar en elecciones.

Reciben el nombre de “padrinos políticos” no porque promuevan el ascenso de su ahijado mediante su influencia sino porque debe hacerlo con recursos. Las candidaturas cuestan y tan costoso en comprarlas como desembolsar recursos para ganarlas. Por eso siempre se candidatean “los mismos” o personajes de sus grupos de poder, pues los recursos son un restrictivo que solamente tienen en abundancia “los poderosos”.

Es por este sistema que también los representantes populares se dedican a saquear. Porque el padrino presta, no regala y se le tiene que pagar, además de estar a su disposición y del de sus negocios para compensar su apoyo. El “ahijado” debe cubrir esos compromisos, “donar” los millones que le pidan cuando vienen las elecciones, movilizar sus propias estructuras (pagar a sus operadores políticos) y aglutinar otros recursos para cuando acabe su encomienda, costear, de ser posible, su propia candidatura.

Aunque sea muy reducido el número de electores que deben movilizar para cada consulta, hacerlo tan seguido resulta incosteable para el sistema de padrinos, que es con el que se conduce el PRIAN, deben organizarse de manera distinta y “chango viejo no aprende nueva maroma”.

Las consultas tienen un fin “bueno”, altruista, de consolidar la democracia participativa; pero también tienen el fin perverso de ser el último clavo en el ataúd del corporativismo y clientelismo que rigen al PRIAN, buscan dejarlos inoperantes para posteriormente situarlos en el olvido.

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