Un alumno de reciente ingreso en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) sufrió su primer contagio por COVID a los pocos días de haber iniciado las clases presenciales. Grande fue la sorpresa que se llevó al conocer que no había protocolos para tratar al resto del salón -donde hubo otros infectados-, pero más grande, e incluso absurda, la impresión que se llevó de la institución cuando se le informó que al no poderle justificar la ausencia por un aislamiento obligado en cuarentena, estaba obligado a seguir asistiendo, así pusiera en riesgo su propia vida y la de los demás.
El alumno narra que es estudiante de 1er semestre de la Preparatoria No. 1 y asiste en Ciudad Universitaria, en el llamado ’Anexo’. Pese a no ser el único estudiante contagiado, la institución no ha tomado mayores medidas, incluso, se les ha comunicado que deben seguir asistiendo pese a que se presentan documentos de pruebas COVID positivas.
Dentro de las nueve intervenciones propuestas por la Secretaría de Salud y de Educación Pública para la reapertura de escuelas, se detectaron fallas en al menos siete. Por ejemplo, no existe una relación Escuela-Centro de Salud local, tampoco jornadas de Limpieza ni Filtros en las aulas. No hay insumos para mantener las manos limpias, con salones de 50 alumnos no se puede cumplir con la Sana distancia, no se Optimiza el uso de espacios abiertos así como tampoco un protocolo de Detección temprana para reducir la propagación y mucho menos un apoyo socioemocional hacia los alumnos.
La historia de la irresponsabilidad criminal
“José” ingresó a sus clases presenciales el pasado 25 de julio. En su tercera semana de asistencia, compañeros de clase comenzaron a dejar de asistir; no tomó mayor relevancia al tema hasta que el jueves 11 de agosto comenzó a tener síntomas de una enfermedad respiratoria. El viernes ya no pudo levantarse de la cama.
Un familiar asistió a la escuela para informar lo sucedido, a lo que la trabajadora social la remitió con la médico, quien a su vez le informó que debía asistir a una institución pública de salud para obtener un documento que acreditara su enfermedad. Con el riesgo que ello conllevaba -presentarse en una institución donde van más personas con síntomas-, siguió las instrucciones. Fue recetada y se le dijo que no tenía COVID -sin hacer prueba-, aunque sí una infección respiratoria.
El descanso recomendado fue por tres días siempre y cuando ya no presentara molestias.
Llegado el martes, día en que debía presentarse nuevamente, el mismo familiar informó a la institución que la alumna no había mejorado, razón por la que la médico ordenó realizarse una prueba COVID y presentarse el día 19 de agosto (exactamente 7 días después del día “0”).
La prueba resultó positiva.
El día 16, el familiar acudió a la institución a informar sobre el resultado de la prueba, además de informar que se les había dicho que se requería un mínimo de 7 días de aislamiento a partir del inicio del tratamiento, por lo que en lugar de regresar el día 19 (viernes), el regreso se planeaba para el día 22 (lunes).
Grande fue la sorpresa al ser informados por parte de la Trabajadora Social que el justificante solamente aplicaba hasta el día jueves, pues “el sistema” no les permitía otorgar más días, por lo que se le pidió buscar a los profesores para explicarles el asunto.
Siguiendo la instrucción, localizó a cada uno de ellos y allí fue donde se enteró de que ni siquiera habían sido notificados y que contaba con falta en todos los casos; peor aún, se le informó al familiar que el maestro no tenía forma de modificar inasistencias ya capturadas.
A regresar con la Trabajadora Social para explicarle la situación, esta contestó que lo más que podía hacer era justificar la falta inicial (del viernes) y ninguna otra más. Que habría de revisar la lista de asistencia para que ningún profesor le pusiera la pertinente y que si no quería tener más faltas, que se presentara a la escuela lo antes posible.
Los padres del alumno han buscado a otra autoridad para informarle sobre la situación y no han obtenido respuesta. Fue allí, preguntando, cuando el familiar identificó que no eran los únicos con esa situación ni se trataba de un caso aislado, por lo que compartieron información. Más que las faltas, lo que les preocupa es la escasa o nula implementación de protocolos para evitar tanto contagios como propagación, enterándose que incluso hay padres que prefieren que sus hijos ya no asistan en lugar de someterse a la irresponsabilidad criminal de la UAEH -puede derivar en la pérdida de vidas-, pues además, las autoridades universitarias estarían confiadas en que como la mayor parte de los alumnos de nuevo ingreso tienen dificultades para pasar de grado, aquellos que hayan dejado la institución estrictamente por temas de salud no representarían mayor variación en el indicador.
