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Cincuenta años (II)

Cincuenta años (II)


Derechos Humanos
Octubre 01, 2018 12:27 hrs.
Derechos Humanos ›
Enrique López Rivera › Emmanuel Ameth Noticias

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Medio siglo después de los acontecimientos del 2 de octubre en Tlateloco, hay preguntas en el aire que siguen esperando una respuesta. Dichos cuestionamientos necesitan una respuesta contundente ¿Quién ordenó disparar en contra de los jóvenes? ¿Quién configuró un plan donde perdieran la vida cientos de inocentes? ¿Quiénes desistieron de la posibilidad del diálogo para pasar al genocidio?

Aunque no podemos desmenuzar los detalles de lo ocurrido en aquel álgido 1968; lo que si podemos hacer, es intuir (con ciertos elementos) lo que hizo realidad el peor quebranto del régimen político post revolucionario.

Lo que sabemos, (o en su caso suponemos) es que dentro de la esfera del poder hubo una cerrazón total al diálogo. Es decir, no había caminos posibles para que el presidente (en aquellos tiempos figura política omnipresente) tuviera la sensibilidad de dialogar con grupos que se sentían excluidos. Sectores sociales que empezaron a cambiar y demandaban mayores espacios de representación.

Por el contrario, la clase política se sintió vulnerable por aquellos que dentro de sus peticiones reclamaban un poco de libertad. Con matices poéticos (seamos realistas pidamos lo imposibles) pero con amplias convicciones; las peticiones de los inconformes tenían un común denominador, ser tomados en cuenta, formar parte en la toma de decisiones, ser visibilizados.

Por desgracia se impusieron las diferencias. Esa antípoda terminó en una tragedia que todavía nos duele como nación. Porque alguien consideró que habría que tener una decisión tajante. Matar sin contemplación.

Así ocurrió en ese México de 1968. Pero la tragedia no terminó ahí. El camino posterior también ha sido complicado. La relación gobierno - gobernados pasa con frecuencia por esas tentaciones autoritarias de cerrar los caminos al diálogo. De exhibir como criminal a los agraviados por la violencia institucional. Según la narrativa oficial los agresores son aquellos que levantan la voz cuando se trata de defender sus derechos. El sistema se acostumbró a criminalizar la protesta social, la inconformidad.

Hoy, por ejemplo, a 50 años de 1968 podemos descartar por completo esas denominadas teorías del complot donde – a juicio del gobierno mexicano – había grupos de extranjeros infiltrados en el movimiento estudiantil. Lo hacían, según ellos, con una intención de imponer el comunismo en el país. Esa versión descabellada tuvo cierta resonancia; y algunos descalificaron teniendo como criterio esa versión torcida. Ahora sabemos que aquello era falso. Todo con tal de descalificar un reclamo real que provenía de las entrañas de la sociedad: democracia, libertad, justicia.

Han transcurrido, desde entonces, más reclamos, más tragedias, más descalabros instituciones y la sombra de los estudiantes del 68 se encuentra presente. Ellos dejaron la herencia de un grito y de un silencio tan poderoso que todavía hoy nos sigue abrumando.

Enrique López Rivera
@2010_enrique
lore750715@gmail.com

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